La pascua de mi padre
Escribo estas reflexiones desde Burgos (España). El viernes santo a las 9:00 am hora española, a la 1:00 am hora hondureña, falleció mi padre. Pude viajar en avión esa misma mañana y llegar el sábado para celebrar su funeral y enterrarlo en el pueblo serrano donde nació, creció, trabajó, amó y vivió la mayor parte de su vida. Descansa en la tierra que regó con su sudor y de la que sacó el pan para su familia. Enterramos el cuerpo pero no la esperanza de la vida en el Señor. Hacía frío y nevaba pero el espíritu ardía de amor y de fe. La muerte de las personas más queridas pone a prueba toda nuestra vida y levanta preguntas como cruces clavadas en el alma. Para mí, la medida de las personas y el valor de la vida está en las respuestas que damos a estas preguntas últimas. Solemos decir que la muerte es “ley de vida”. Pero en el fondo quisiéramos que nadie se nos muriera, porque la “ley de vida” no es la ruptura, la separación y el olvido sino la comunión permanente en el amor. Quier