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Mostrando entradas de octubre, 2008

Creer y Orar

No es lo mismo hablar de la alimentación que alimentarse, y no es lo mismo hablar de la oración que orar. No es lo mismo alimentarse que comer mucho y no es lo mismo orar que decir muchas oraciones Hay comidas malas, “comida basura” que no nutre sino que produce obesidad. Y hay oraciones malas, “oraciones falsas” que producen deformación espiritual. Por eso, es importante saber qué es la oración, para orar y orar bien. Saber es una ayuda. Porque a orar se aprende orando. Son muchas las personas que me han pedido consejo y orientación sobre “el arte de orar”. Iré exponiendo algunas reflexiones sobre la oración cristiana. Espero sus comentarios. La fe, adhesión personal Nuestro lenguaje sobre Dios es siempre humano, hablamos de Dios a partir de nuestra experiencia.   Y dentro de la experiencia humana, la que mejor nos acerca a Dios es la experiencia y el lenguaje de la relación interpersonal. Dios mismo en su revelación usa esta experiencia y estas imágenes. Y así Dios es p

Misión Compartida

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En este mes de octubre se ha reunido de San Pedro Sula   una nutrida representación Centroamericana de miembros de dos “familias religiosas”: de la “familia vicentina” y de la “familia claretiana”. De la “familia vicentina” se han encontrado paúles,   hijas de la caridad, hijas de San Vicente, misioneros seglares, juventudes marianas y laicos asociados a sus obras. Inspirándose en Aparecida y escuchando la voz de los pueblos centroamericanos han reflexionado, proyectado y orado en torno a estos tres núcleos: “ojos para ver, corazón para sentir y manos para transformar”. De la “familia claretiana” han acudido a la cita misioneros claretianos, misioneras claretianas, seglares claretianos y laicos vinculados a sus obras y a su espíritu. Celebraban el II Encuentro Centroamericano de formación para la misión compartida. En continuidad creadora con el Espíritu y misión de San Antonio María Claret, se han puesto a la luz de Aparecida y han buscado líneas de acción para hoy en

Nuestra Señora de la Merced y la misericordia liberadora

En mi particular agenda de noticias importantes   de la semana que termina, tengo anotado la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, 24 de septiembre. La advocación de María de la Merced está   asociada a la orden religiosa fundada por San Pedro Nolasco en Barcelona, el 10 de agosto de 1218. Pedro, con un grupo de compañeros   comerciantes, deciden poner sus vidas y sus bienes   al servicio de la liberación de los cristianos cautivos y prisioneros   en poder de los musulmanes. Cuando falta dinero para comprar su libertad se ofrecen ellos mismos como rehenes. Este comportamiento fue considerado como una gran “merced”, una gran “misericordia”. “Merced” en aquel tiempo significaba aquellos gestos de amor, de compasión que se dirigían a los más necesitados. Y aquellos hombres empiezan a ser llamados   “frailes de merced”, es decir,   hombres de misericordia que ponen lo que tienen y pueden   al servicio de los pobres, en este caso de los privados de libertad   y cautivos. Desd

Jornada misionera mundial

El domingo, día 19, celebramos la Jornada Mundial de las Misiones (Domund). Al igual que otros tipos de “jornadas”, también ésta pretende recordar y renovar una dimensión de la vida cristiana que debe vivirse todos los días. La “Jornada misionera” invita a todos los católicos a tomar conciencia, con lucidez y con ardor, de su condición de “discípulos misioneros”, a renovar la “pasión” por el anuncio y el testimonio del Evangelio de Jesucristo y a dilatar su corazón y sus horizontes a la medida de la catolicidad (universalidad) de la Iglesia. Para mi fue una jornada intensa. Participé durante toda la mañana en la asamblea parroquial de Ntra. Sra. de Suyapa (sector López Arellano de Choloma) y pude conocer el trabajo que están realizando estos meses: una “santa misión” como la del 2006 para que la parroquia se ponga en “estado permanente de misión”. A media tarde celebré la Eucaristía con un   grupo de 300 fieles que la Legión de María había congregado para contemplar,   vivir

Oración por los sacerdotes

Antes de ayer, sábado, ordené a dos nuevos sacerdotes, Oscar y Roberto. Los que me conocen saben de mi preocupación y solicitud por las vocaciones sacerdotales hondureñas. Hoy, siguiendo el consejo del Señor: “Rueguen al dueño de la mies que envíe obreros a su mies” (Lc. 10,2), comparto con ustedes mi oración por los sacerdotes       Señor Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, por el bautismo nos has llamado a ser su pueblo sacerdotal, para ofrecerte el don de la propia vida, una existencia en justicia y santidad. Tú llamas a algunos de este pueblo para constituirlos discípulos y presbíteros, al servicio del mismo pueblo. Hoy, Señor, te damos gracias    por los sacerdotes de nuestra diócesis, por los que proceden de nuestras   familias hondureñas, por los que han venido de otros lugares como misioneros para bien de nuestro pueblo, y de una manera muy especial por los recién ordenados Gracias por su vida entregada, gracias porque a través de el

Violencia Juvenil

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Del 22 al 26   de septiembre tuvo lugar en el Centro “Las Tres Rosas” (Valle de Ángeles) un “seminario taller” de representantes de las pastorales sociales y Caritas de Centroamérica para estudiar el fenómeno de la violencia juvenil en el área y abrirse a los desafíos pastorales que plantea. Al término de la reunión publicaron una “declaración pastoral”, de la que apenas se han hecho eco los medios de comunicación, yo me hice presente la primera mañana del encuentro y di la bienvenida a los participantes en nombre   de la Conferencia Episcopal, ya que se reunían en Honduras. Quiero hacer llegar a mis lectores algunas reflexiones y compromisos de la “declaración pastoral” como una forma de contribuir a la sensibilización sobre las causas de este problema y a la búsqueda y puesta en práctica de las más humanistas y eficaces soluciones. Los participantes en el encuentro nos comparten   la manera como ellos se acercan   a esta realidad de la violencia provocada o sufrida por

El obispo en la casa-iglesia

También Jesús tuvo su casa. La Palabra eterna que estaba junto al Padre se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn, 1, 14), con sus padres María y José, en Nazaret. (Lc 2, 51). Y en la casa, ámbito de protección y de preparación, santuario de amor y de vida, taller y   escuela de personalización, fue creciendo en estatura, en sabiduría y en gracia, ante Dios y ante los hombres. (Lc 2,52). Hasta que llegó   el momento de dejar   la casa, no   para casarse y fundar un nuevo   hogar   sino para comenzar su ministerio (Lc. 3,23), el anuncio del Reino de Dios y para formar una nueva   familia basada, no en   la carne y la sangre, sino en el cumplimiento de   la voluntad del Padre que está en los cielos. Alguien le dijo a Jesús: “¡Oye!, ahí fuera están tu madre   y tus hermanos   que quieren hablar contigo”. Respondió Jesús al   que se lo decía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y   señalando con la mano a los discípulos dijo: “Estos son mi madre y mis hermanos.   El qu

¿Cómo educar en valores?

Frecuentemente, padres, educadores y periodistas me formulan   la pregunta ¿Cómo educar hoy en valores? Detrás de la pregunta late la preocupación por los cambios de conducta que se observan hoy, comparados con el pasado,   y se adivina el deseo sincero de hacer algo para que las personas, sobre todo las jóvenes generaciones, tengan unos valores que motiven, fundamenten y orienten su vida. La preocupación no es infundada sino que tiene fuertes razones para manifestarse. La sociedad actual experimenta cambios profundos y complejos. Estos cambios cuestionan las tradiciones que eran hasta hace poco transmisoras de valores, desestabilizan los fundamentos que nos daban seguridad en la vida y ofrecen nuevas formas de ver y de interpretar la realidad. Yo no tengo, y creo que nadie tiene, “recetas mágicas” para esta “crisis” que puede vivirse como una oportunidad de crecimiento y maduración o puede llevar al desconcierto moral y a la deshumanización. Me atrevo a ofrecer tres líneas d

Las comunidades eclesiales de base, lugar de comunión y de misión

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Con motivo del “encuentro diocesano”,   escribí el martes sobre la espiritualidad y los organismos de comunión en la diócesis y parroquias. Hoy prolongo mi reflexión sobre comunión de vida en las pequeñas comunidades eclesiales de base. Y lo hago a la luz de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano celebrada   en Aparecida (Brasil). El documento de Aparecida afirma rotundamente que “la   vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay discipulado sin comunión” (DA 156). Esta es la eclesiología que emerge esplendorosa   del Concilio Vaticano II y que el Papa Juan Pablo II nos propone como programática. “Hacer   de la Iglesia la casa y la escuela de comunión: este es el gran desafío que tenemos   ante nosotros en el   nuevo milenio” (NMI. 43). La comunión se refiere directamente a las personas,   no a la simple pertenencia a una institución. E implica unas determinadas relaciones que expresan e   incrementan la comunión. Tanto l