¿Cuántos muertos son necesarios para un cambio?
Ante la nueva masacre ocurrida el
sábado 3 de mayo en la que han muerto 18 privados de libertad (pesetas) que fueron trasladados desde San
Pedro Sula a la Penitenciaria Nacinal de Tamara y que tiene relación directa con la masacre del penal sampedrano el sábado 26 de abril en
la que perdieron su vida otros 9 privados de libertad, siento ganas de llorar y de gritar.
Estoy consternado, conmocionado e indignado por la dramática muerte de
estas personas. Me uno al dolor de sus
familias. Oro por los muertos para que sean acogidos por el Dios misericordioso
que rompe nuestros esquemas de condena. Oro por los vivos, para que la fe y
la esperanza fortalezcan su ánimo y
consuelen su corazón lastimado y les brindo, con la pastoral penitenciaria, nuestro acompañamiento y ayuda solidaria.
Una vez más compruebo que el Estado no cumple con la responsabilidad de
garantizar la vida de las personas a las
que custodia en los Centros Penales y
que el sistema penitenciario se encuentra en un caos que produce dramáticas
situaciones de violencia y de muerte. Veintisiete internos han perdido la vida
en una semana. Los privados de libertad (paisas, pesetas y pandilleros) tienen el derecho a que su vida sea
protegida. Me desconciertan las estrategias
de seguridad que se han aplicado y
me brotan las preguntas a
borbotones.
¿Por qué, si estos internos salieron del
penal sampedrano ya que no
existía la posibilidad de albergarlos aislados de los paisas, la autoridad penal los ubica en celdas con paisas
a su llegada a la Penitenciaría Nacional de Tamara? ¿No hay ningún lugar más
seguro en la Penitenciaría Nacional?
¿Hasta cuándo se va a demorar la aprobación de la Ley del Sistema
Penitenciario? ¿Qué ocurre en las
cárceles para que las personas se deterioran hasta el punto de cometer estas
masacres? ¿Quién tiene el control de las cárceles? ¿Cuántos muertos son necesarios para un cambio?¿Quién
me dará respuesta?
Ante esta realidad de muerte y con
profundo dolor, denuncio publicamente:
·
La negligencia del Ministerio de Seguridad que traslada de
San Pedro Sula a estos internos,
denominados pesetas, para garantizar su vida frente a la población paisa
y sin embargo los alberga en la Penitenciaría Nacional de Tamara en bartolinas
con población paisa y sin medidas de seguridad adicionales.
·
La falta de voluntad política ante la aplicación de la Ley
del Sistema Penitenciario y la ausencia
en las cárceles de programas de rehabilitación por parte del Estado.
·
La impunidad de la mayoría de los crímenes sucedidos dentro y
fuera de las cárceles.
Movido por el deseo de que se garantice el derecho a la vida, me atrevo a
pedir, desde la debilidad de la palabra pero desde el derecho y la fuerza del
amor:
·
Que el Estado ofrezca la
seguridad a la tienen derecho los privados de libertad (paisas, pandilleros y
pesetas) y apruebe urgentemente la nueva
Ley del Sistema Penitenciario para promover una nueva mentalidad en las
personas, garantizar una gestión
rehabilitadora y transparente e
impulsar la transformación de los centros penales del país o la construcción de
otros nuevos.
·
Que los privados de libertad recuerden el
mandato de Dios: “no matarás” y, superando el instinto de violencia y de
venganza, respeten la vida de sus compañeros.
Como obispo responsable de la Pastoral
Penitenciaria Nacional renuevo mi compromiso de animar el trabajo de la Iglesia
Católica con los privados de libertad para que puedan acceder a una mejor
calidad de vida, propia de personas humans e hijos de Dios.
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