Promover la paz es de sabios
Lunes, 19 de
mayo. Después de un día intenso de
trabajo, celebré la Eucaristía de las 6:15 pm en la catedral. La primera
lectura bíblica me inspiró esta
reflexión.
El apóstol
Santiago distingue dos clases de
sabiduría: una que es “terrena” y lleva a la discordia y otra que “procede de arriba” y
conduce a la comunión. El criterio de discernimiento no lo coloca, en los
conocimientos, en las brillantes ideas o excelentes consejos
ni en la sagacidad para vencer los argumentos contrarios y ganar en el terreno de los
litigios o negocios. El criterio que
permite distinguir al sabio
verdadero del falso es el comportamiento, la conducta. “¿Hay entre ustedes
algún sabio y experimentado? Que lo demuestre con una buena conducta” (Santiago
3, 13).
En las
comunidades destinatarias del escrito, había algunos que se consideraban
“maestros”, se las daban de sabios y entendidos, sentenciaban a sus anchas y se
consideraban líderes. Pero sus obras no eran coherentes con sus palabras. Su
corazón estaba cargado de rivalidad, actuaban movidos por la ambición,
sembraban discordias y falseaban la
verdad (Cfr. Santiago 3, 15-16)
Quizá también
hoy encontramos personas que se las dan
de “maestros”, líderes, padres de la patria, pastores de los más diversos
grupos, formadores de opinión pública. Pero en verdad no son “sabios” porque “su sabiduría o liderazgo” es engreída,
interesada, ambiciosa, agresiva y
partidista. Promover discordias, divisiones, ambiciones y violencias no
es de sabios sino de necios.
“En cambio, la
sabiduría de arriba es intachable, amante de la paz, tolerante, conciliadora,
compasiva, fecunda en buenos frutos, imparcial y sincera. En resumen, los que
procuran la paz van sembrando en paz el fruto que conduce a la salvación”
(Santiago 3, 17-18).
Amar la paz,
procurar la paz y la concordia, ser
compasivo y buscar la conciliación, crear
convivencia y comunión, buscar el bien de todos con una conducta intachable y sincera es
de sabios, con la sabiduría que viene “de lo alto”.
Ser buenos con los demás, hacerles el bien,
vivir en paz, en justicia, ser
solidarios, es de inteligentes. Ser malo con los demás, hacerles daño, vivir en violencia e
injusticia, ser agresivos y egoístas es
de estúpidos. “La culminación de la inteligencia, su éxito, está en dirigir
bien la conducta” (José Antonio Marina).
“Por eso
supliqué y se me concedió la prudencia,
invoqué y vino a
mí el espíritu de Sabiduría.
La preferí a
cetros y tronos,
y en comparación
con ella tuve en nada la riqueza;
la quise más que
a la salud y la belleza
y me propuse
tenerla por luz,
porque su
resplandor no tiene ocaso.
Con ella me
vinieron todos los bienes juntos,
En sus manos
había riquezas incontables;
de todas, gocé,
porque la Sabiduría las trae,
aunque yo no
sabía que es la madre de todas.
La aprendí sin
malicia, la comparto sin envidia
y no me guardo
sus riquezas;
porque es un
tesoro inagotable para los hombres:
los que la
adquieren se atraen la amistad de Dios,
porque el don de
su enseñanza los recomienda.”
(Sabiduría, 7,
7-14).
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
Comentarios
Publicar un comentario