La Familia Templo
Del 16 al 18 se
ha celebrado en México el VI Encuentro Mundial de las Familias. Aunque sea con
unos días de retraso quiero recoger algunos de sus mensajes con la imagen de la
“familia templo”.
La casa de la familia cristiana: Iglesia doméstica
El libro de los
Hechos nos dicen que los primeros fieles de Jerusalén “partían el pan en sus
casas y tomaban su alimento con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2, 46) Los apóstoles “en el templo y
en las casas no cesaban de enseñar y anunciar el Evangelio” (Hecho 5,42).
Pablo en sus
cartas, especialmente en sus saludos, se refiere a la familia como “Iglesia
doméstica”. Col. 4, 15 “Saludos a Ninfas
y a la iglesia de su casa”. Rom.16, 3-5: “saludos de Prisca y Aquila,… con la Iglesia de su casa”.
Si templo, en
diversas religiones, es el lugar donde los fieles se reunen para el encuentro
con la divinidad, si el templo es “como la casa de Dios”, ahora la casa
familiar es el templo de Dios.
La “Iglesia”, es
decir la congregación a asamblea de cristianos, se reúne ahora en las casas
familiares, en una casa se juntan para
la fracción del pan, la enseñanza y la
evangelización. Es la iglesia que se reúne en la casa de Ninfas, de Sidia, de
Priscila y Aquila.
La casa de la
familia cristiana posee por sí misma una significación sagrada, una referencia
eclesial. De cada una de ellas se podría decir lo que afirma el ritual de la Dedicación de un Templo: “esta casa es
un signo peculiar de la Iglesia que peregrina en la tierra e imagen de la
Iglesia celestial”
¿Se dan cuenta
de la importancia, significado y eficacia que tendrían hoy las CEBs o las “pequeñas
comunidades” reunidas en la casa de Teodoro, Félix, Eugenio, Lidia, Isabel, con
el espíritu fraterno y evangelizador de las primeras comunidades cristianas?
La casa, lugar donde Dios habita
El templo era en
el pueblo de Israel el lugar de la presencia de Dios, de su gloria, la morada
de Dios, en medio de su pueblo. Con Jesucristo se realiza un revolucionario cambio
de significado. El cuerpo de Cristo es ahora el santuario nuevo y definitivo,
el verdadero templo en el que habita corporalmente la plenitud de la divinidad.
Jesucristo es la nueva morada de Dios entre los hombres.
Más aún,
nosotros los creyentes somos edificados en Cristo para ser morada de Dios en el
Espíritu (Ef. 2,21). Somos construidos como “casa espiritual” (1 Ped.
2,5). Porque el “espíritu del que resucitó a Jesús habita en nosotros”
(Rom. 8,11).
En consecuencia,
la familia cristiana es “templo de Dios”, “morada de Dios”, “casa espiritual”. Jesús
está en medio de ella reunida en su Nombre (Mt. 18,20).
¿Somos
conscientes de esta hermosa realidad? ¿Vivimos esta presencia del Padre, del
Hijo y del Espíritu en nuestras casas, en nuestras familias? ¿Son en verdad,
nuestras casas en medio de la ciudad, del campo, de la colonia marginal, de la
zona residencial un templo levantado al Señor, una morada de Dios entre los
hombres?
La casa, lugar de culto a Dios
El templo ha
sido considerado como el lugar de culto a
Dios. Por el bautismo somos “miembros de Jesucristo sacerdote, profeta y
rey” (ritual del bautismo). “Ustedes son
linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa y pueblo adquirido por
Dios” (1 Ped. 2,9).
La teología
católica ha explicado este sacerdocio común de todos los fieles, y afirma que
de este pueblo, todo él sacerdotal, Dios llama a algunos varones para el sacerdocio ministerial.
Como “sacerdotes
por el bautismo” estamos llamados a hacer de nuestra vida entera una “hostia
viva, santa, agradable a Dios” (Rom. 12,1), “Un sacrificio espiritual” (1Ped.
2,5). Así, toda la vida se convierte en “culto” al Padre, el “culto” de una
existencia como la de Jesucristo.
La familia
recibe una gracia especial de Dios, por medio del sacramento del matrimonio,
para vivir este sacerdocio. Lo mismo que el sacerdote para vivir su ministerio.
El sacramento da como la manera propia y específica de realizar
existencialmente el sacerdocio. Hace de la familia, de la casa, un lugar de
“culto”, de la vida entregada a Dios, juntos, en ayuda mutua, en mediación
mutua. Familias cristianas: su primer templo, lugar de culto existencial,
espiritual, está en su casa, en su vida familiar.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
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