Misión Compartida



En este mes de octubre se ha reunido de San Pedro Sula  una nutrida representación Centroamericana de miembros de dos “familias religiosas”: de la “familia vicentina” y de la “familia claretiana”.

De la “familia vicentina” se han encontrado paúles,  hijas de la caridad, hijas de San Vicente, misioneros seglares, juventudes marianas y laicos asociados a sus obras. Inspirándose en Aparecida y escuchando la voz de los pueblos centroamericanos han reflexionado, proyectado y orado en torno a estos tres núcleos: “ojos para ver, corazón para sentir y manos para transformar”.

De la “familia claretiana” han acudido a la cita misioneros claretianos, misioneras claretianas, seglares claretianos y laicos vinculados a sus obras y a su espíritu. Celebraban el II Encuentro Centroamericano de formación para la misión compartida. En continuidad creadora con el Espíritu y misión de San Antonio María Claret, se han puesto a la luz de Aparecida y han buscado líneas de acción para hoy en Centroamérica.

El carisma y la misión de San Vicente Paúl y de San Antonio María Claret han sido y son un verdadero regalo de Dios para esta diócesis de San Pedro Sula.

Al crear el Vicariato de San Pedro Sula en 1916, fue entregado a los Padres Paúles de la Provincia de Barcelona. Comprendía más de 600 Km. de costa caribeña, desde el río Motagua hasta la frontera con la Mosquitia nicaragüense. Durante 50 años trabajaron arduamente, urgidos  por la caridad apostólica, para evangelizar a los pobres.

En el año 1966, Monseñor Jaime Brufau entregó a los misioneros claretianos de la Provincia de Castilla  (España) el departamento de Atlántida y las Islas de la Bahía, y en 1972 la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en la ciudad de San Pedro Sula.

Actualmente, el carisma de San Vicente de Paúl y de San Antonio María Claret está vivo y operante en la diócesis por medio de sus respectivas familias  espirituales, formadas por presbíteros, consagrados, consagradas y laicos, caminando juntos y compartiendo espíritu y misión.

Este renovado sentido de “familia” entorno a un gran santo y fundador ha cobrado hoy un relieve especial. Las diversas congregaciones de consagrados, consagradas y laicos que se sienten inspirados y motivados por  el espíritu, la vida y la misión de un santo están aunando esfuerzos, intensificando las relaciones fraternas, colaborando en tareas pastorales comunes y recorriendo procesos de formación permanente.
Me alegro de que la “familia vicentina” y la “familia claretiana” eligieran a San Pedro Sula como lugar de su encuentro familiar. Así he tenido la oportunidad de acompañarlos,  de ofrecerles algunas reflexiones sobre las líneas de acción de la Iglesia en América Central a la luz de Aparecida y de agradecerles su presencia, testimonio y trabajo en la diócesis sampedrana.




+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula

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