Misión Compartida
De la “familia
vicentina” se han encontrado paúles,
hijas de la caridad, hijas de San Vicente, misioneros seglares,
juventudes marianas y laicos asociados a sus obras. Inspirándose en Aparecida y
escuchando la voz de los pueblos centroamericanos han reflexionado, proyectado
y orado en torno a estos tres núcleos: “ojos para ver, corazón para sentir y
manos para transformar”.
De la “familia
claretiana” han acudido a la cita misioneros claretianos, misioneras
claretianas, seglares claretianos y laicos vinculados a sus obras y a su
espíritu. Celebraban el II Encuentro Centroamericano de formación para la
misión compartida. En continuidad creadora con el Espíritu y misión de San
Antonio María Claret, se han puesto a la luz de Aparecida y han buscado líneas
de acción para hoy en Centroamérica.
El carisma y la
misión de San Vicente Paúl y de San Antonio María Claret han sido y son un
verdadero regalo de Dios para esta diócesis de San Pedro Sula.
Al crear el
Vicariato de San Pedro Sula en 1916, fue entregado a los Padres Paúles de la
Provincia de Barcelona. Comprendía más de 600 Km. de costa caribeña, desde el
río Motagua hasta la frontera con la Mosquitia nicaragüense. Durante 50 años
trabajaron arduamente, urgidos por la
caridad apostólica, para evangelizar a los pobres.
En el año 1966,
Monseñor Jaime Brufau entregó a los misioneros claretianos de la Provincia de
Castilla (España) el departamento de
Atlántida y las Islas de la Bahía, y en 1972 la parroquia de Nuestra Señora de
Guadalupe en la ciudad de San Pedro Sula.
Actualmente, el
carisma de San Vicente de Paúl y de San Antonio María Claret está vivo y
operante en la diócesis por medio de sus respectivas familias espirituales, formadas por presbíteros,
consagrados, consagradas y laicos, caminando juntos y compartiendo espíritu y
misión.
Este renovado
sentido de “familia” entorno a un gran santo y fundador ha cobrado hoy un
relieve especial. Las diversas congregaciones de consagrados, consagradas y
laicos que se sienten inspirados y motivados por el espíritu, la vida y la misión de un santo
están aunando esfuerzos, intensificando las relaciones fraternas, colaborando
en tareas pastorales comunes y recorriendo procesos de formación permanente.
Me alegro de que
la “familia vicentina” y la “familia claretiana” eligieran a San Pedro Sula
como lugar de su encuentro familiar. Así he tenido la oportunidad de
acompañarlos, de ofrecerles algunas
reflexiones sobre las líneas de acción de la Iglesia en América Central a la
luz de Aparecida y de agradecerles su presencia, testimonio y trabajo en la
diócesis sampedrana.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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