¿Cómo educar en valores?
Frecuentemente,
padres, educadores y periodistas me formulan
la pregunta ¿Cómo educar hoy en valores? Detrás de la pregunta late la
preocupación por los cambios de conducta que se observan hoy, comparados con el
pasado, y se adivina el deseo sincero de
hacer algo para que las personas, sobre todo las jóvenes generaciones, tengan
unos valores que motiven, fundamenten y orienten su vida.
La preocupación
no es infundada sino que tiene fuertes razones para manifestarse. La sociedad
actual experimenta cambios profundos y complejos. Estos cambios cuestionan las
tradiciones que eran hasta hace poco transmisoras de valores, desestabilizan
los fundamentos que nos daban seguridad en la vida y ofrecen nuevas formas de
ver y de interpretar la realidad.
Yo no tengo, y
creo que nadie tiene, “recetas mágicas” para esta “crisis” que puede vivirse
como una oportunidad de crecimiento y maduración o puede llevar al desconcierto
moral y a la deshumanización. Me atrevo a ofrecer tres líneas de acción de una
manera escueta y general.
Los valores deben
ser conocidos. Ayudar a conocerlos
El valor es una realidad conocida
como buena, como valiosa, como digna de ser
vivida. El primer paso de la
personalización es conocer los valores. Lo que no se conoce, no se ama ni se
practica. Conocer los valores lleva a hacer juicios de valor sobre la realidad y sobre los
comportamientos.
El medio para ello es la palabra: la
palabra que explica, que razona, que enseña. La palabra personalizada y la
palabra grupal. La palabra convincente pero inerme, no impositiva. No podemos
callar, pero tampoco hablar mal.
Los valores deben
ser amados. Ayudar amarlos
El valor conocido debe ser conocido
como bueno para mí, y querido en el doble sentido: mi voluntad opta por él, y
lo amo. Lo conocido pasa al corazón, no hay personalización sino se da este
segundo paso: de la cabeza al afecto.
El medio para ello es el amor de los
padres, de los educadores.
o
El amor muestra que la persona es
valiosa, que es el primer valor.
o
El amor muestra que se desea el
bien de la persona, no los intereses de los educadores.
o
El amor acompaña el proceso. No
está tan lejos que abandone, ni tan encima que no deje crecer en libertad.
o
El amor crea el clima de confianza
para la personalización en libertad responsable.
Los valores deben ser practicados. Ayudar a ponerlos por obra.
El proceso de personalización termina
cuando el valor pasa a la vida de la
persona, a su comportamiento, a su
conducta. El valor conocido y querido se hace valor practicado.
El medio para ayudar a este paso es
el ejemplo: todos sabemos que los ejemplos
arrastran más que las palabras. Los valores toman forma, se encarnan en
la conducta, y así se hace una propuesta concreta, no abstracta. El ejemplo
muestra la coherencia del educador y la posibilidad real de vivir los valores
propuestos.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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