Nuestra Señora de la Merced y la misericordia liberadora
En mi particular
agenda de noticias importantes de la
semana que termina, tengo anotado la fiesta de Nuestra Señora de la Merced, 24
de septiembre.
La advocación de
María de la Merced está asociada a la
orden religiosa fundada por San Pedro Nolasco en Barcelona, el 10 de agosto de
1218. Pedro, con un grupo de compañeros
comerciantes, deciden poner sus vidas y sus bienes al servicio de la liberación de los
cristianos cautivos y prisioneros en
poder de los musulmanes. Cuando falta dinero para comprar su libertad se
ofrecen ellos mismos como rehenes.
Este
comportamiento fue considerado como una gran “merced”, una gran “misericordia”.
“Merced” en aquel tiempo significaba aquellos gestos de amor, de compasión que
se dirigían a los más necesitados. Y aquellos hombres empiezan a ser
llamados “frailes de merced”, es decir, hombres de misericordia que ponen lo que tienen
y pueden al servicio de los pobres, en
este caso de los privados de libertad y
cautivos.
Desde el
principio, Pedro y sus compañeros viven una profunda devoción a María. La toman
como fundadora, patrona, guía e inspiradora
de su empresa redentora. Muy pronto, ellos y el pueblo, unifican los dos
nombres “Merced” y “María”, dando lugar a la advocación “Nuestra Señora de la
Merced”.
¿Cuál es el
significado más completo de esta nueva invocación? Transcribo las palabras de
un superior general de los mercedarios,
P. Pedro M. Labarca: “La devoción a María de la Merced ha nacido en la Iglesia
a raíz de la misión redentora de los mercedarios. Se distingue, ciertamente, en
la experiencia fundacional un doble camino: un camino redentor, en cuanto por
él se actúa y realiza la obra de ayudar, visitar y redimir, y, al mismo tiempo,
un camino mariano, en cuanto el mercedario se sabe enviado por María a ofrecer
la merced-misericordia de la libertad. María de la merced es misericordia y
liberación. Este es el mensaje más profundo de dicha advocación”.
Una manera de
continuar hoy esta misión de misericordia liberadora es la pastoral de la
iglesia en las cárceles, con los privados de libertad. De hecho, María de la
Merced es su patrona. Y en la reunión del mes de junio los obispos de Honduras
declarábamos la semana del 24 de septiembre
como semana nacional de los privados de libertad.
La pastoral
penitenciaria es una pastoral de la misericordia. La Iglesia se acerca a los
presos con la actitud de Jesús, no de condena sino de misericordia ya que su
objeto principal es la atención y el servicio a la persona del preso. Y es una pastoral de liberación,
liberación de la marginación y liberación personal. “El preso queda privado de un determinado
grado de libertad pero esto no significa que no tenga ningún derecho y quede
condenado a la exclusión, al olvido y a la soledad. El preso, como toda
persona, no es sólo víctima de factores externos que han condicionado su
trayectoria en la vida. Es, al mismo tiempo, esclavo de sus propios
condicionamientos, su conducta equivocada, su pecado. La pastoral penitenciaria
tiene que preocuparse por ayudar a ese hombre o a esa mujer a encontrarse
consigo mismo con más hondura y verdad, descubrir su propio pecado sin
destruirse ni despreciarse a si mismo e iniciar un proceso de renovación
personal y de recuperación del sentido de la vida” (Antonio Pagola).
La pastoral
penitenciaria nacional, animada por este espíritu de misericordia y liberación
y bajo la protección de Nuestra Señora de la Merced, se ha propuesto cuatro
objetivos:
1.
Consolidar su organización en el
ámbito nacional, diocesano y parroquial.
2.
Promover y formar más agentes de
pastoral penitenciaria.
3.
Informar y concientizar a las
comunidades cristianas sobre los problemas del mundo penitenciario y la
urgencia de una pastoral propia y específica.
4.
Ayudar a la formación de una nueva
conciencia social sobre el sistema penitenciario desde los principios del
humanismo cristiano.
Nuestra Señora
de la Merced, misericordia liberadora, interceda por nosotros.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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