Creer y Orar


No es lo mismo hablar de la alimentación que alimentarse, y no es lo mismo hablar de la oración que orar. No es lo mismo alimentarse que comer mucho y no es lo mismo orar que decir muchas oraciones Hay comidas malas, “comida basura” que no nutre sino que produce obesidad. Y hay oraciones malas, “oraciones falsas” que producen deformación espiritual.

Por eso, es importante saber qué es la oración, para orar y orar bien. Saber es una ayuda. Porque a orar se aprende orando. Son muchas las personas que me han pedido consejo y orientación sobre “el arte de orar”. Iré exponiendo algunas reflexiones sobre la oración cristiana. Espero sus comentarios.

La fe, adhesión personal

Nuestro lenguaje sobre Dios es siempre humano, hablamos de Dios a partir de nuestra experiencia.  Y dentro de la experiencia humana, la que mejor nos acerca a Dios es la experiencia y el lenguaje de la relación interpersonal. Dios mismo en su revelación usa esta experiencia y estas imágenes. Y así Dios es padre, amigo, esposo. Dios se conmueve, escucha, ama. Voy a partir de esta experiencia humana de la relación interpersonal  para hablar de la oración.

La fe tiene una dimensión antropológica, es una manera fundamental de ser persona con otros. La vida social sólo es posible por una actitud básica de fe de unos en otros. Si empezásemos a desconfiar sistemáticamente unos de otros, la convivencia sería imposible. Piensen cuánto se esta descomponiendo la vida social en nuestro país a causa de tanta violencia como padecemos y la actitud de sospecha y de miedo que engendra.

La expresión más intensa de la fe humana se alcanza en las relaciones interpersonales. La fe dice relación directa con la persona. Lo primero no es creer algo sino creer a alguien. Y porque creo en la persona creo lo que me dice y trato de complacerla, hacer lo que es bueno para ella. Esta relación de confianza mutua se expresa en aceptar, acoger, dejar entrar en mi vida a una persona que libre y benévolamente me abre la puerta de su vida, de su intimidad, más aún que gratuitamente se me autocomunica. La fe, a este nivel humano, es la única manera de conocer al otro como un “tu”, como persona en cuanto tal. Solo amando se conoce a las personas.

A partir de esta experiencia, podemos entender la fe cristiana como relación personal e inmediata con Jesucristo, como un “Tu” vivo y presente. Creer en Jesucristo es acogerlo, aceptarlo como el sentido, el centro vital de nuestra existencia. Dios ha querido autocomunicarse, amorosa y gratuitamente, en Jesucristo. Él nos llama “amigos” porque todo lo que ha oído al Padre nos lo ha dado a conocer (Jn. 15,5).  La fe cristiana es, pues, la adhesión total y absoluta a la persona de Jesucristo como revelación de Dios y vida plena de las personas. Nada puede anteponerse a esta relación.

La fe se expresa en oración: creo en ti

Puesto que la fe no es una “ideología” sino una relación personal, el acto de fe se expresa en palabras dirigidas directamente a la persona: “creo en ti, te acepto, te amo”.

En el orden cristiano creer es orar, la fe en cuanto se expresa y se afirma se hace oración. La adhesión creyente a Jesucristo se formula en la afirmación dirigida a  la persona de Jesucristo “Creo en ti, Señor”. ¿Y qué son estas palabras sino una oración?

Quizá algunos piensen que la fórmula más original de la fe es un enunciado doctrinal: “Jesucristo es el Hijo de Dios hecho hombre” o la información que doy a otra persona: “creo en Jesús”. No, la forma original es la palabra dicha directamente al Señor que me pregunta como a Pedro: “¿Quién soy para ti?” Y respondo: “Tu eres el Mesías, Hijo de Dios vivo” (Mt. 16,15-16). Que me pregunta como María: “¿crees esto?  Ella contestó: Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo”  (Jn.11, 26-27) .

Por tanto, la oración no es un añadido extrínseco a la fe amorosa, sino su fruto connatural. La oración es la fe en acto. No se puede ser creyente y no ser orante. Orar es como el respirar de la fe. Así considerada, la oración no se vive como “obligación” sino como un gozoso privilegio. Es la fe que respira a pleno pulmón.




+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula

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