Convocados para dar Vida
Continúo mi
reflexión sobre la vocación, según el Documento de Aparecida, y desarrollo su
dimensión comunitaria, su carácter progresivo y su disposición al servicio de
la vida en Cristo. En esta fecha, muchos seminarios y casas de formación están
terminando y evaluando el curso académico y formativo. La pastoral vocacional
de las parroquias y de los centros de acompañamiento y formación de los jóvenes
ultiman sus reuniones y encuentros en orden a la toma de decisiones para el
próximo curso. Quizá estos pensamientos puedan ser una ayuda para ellos.
Vocación y comunión
Desde este
enfoque comprendemos que la vocación personal y específica es vocación con
otros, es con-vocación. Tal es el significado etimológico de “Iglesia”:
“ecclesia”
Mi vocación personal
tiene una dimensión comunitaria, eclesial. Quiere decir que Dios me llama
“mediante la Iglesia” y me llama a “ser Iglesia”. La comunidad de discípulos es
mediación y término de la vocación.
Por tanto, la
pastoral vocacional tiene una dimensión eclesial: es pastoral vocacional en
nombre de la Iglesia, como mediación de la Iglesia y para hacer Iglesia.
Y, dado que la
Iglesia es la comunión de diversas vocaciones, la pastoral vocacional presenta,
promueve y acompaña las diversas vocaciones y lo hace de manera armónica y
coordinada.
Vocación e itinerario
Aparecida
comprende la vocación cristiana como un proceso de iniciación y de formación
permanente y a este aspecto dedica el capítulo 6.
Es muy
iluminador y realista comprender así la vida cristiana y, por tanto, la
pastoral vocacional. En la medida que acompañamos el proceso o itinerario de
los discípulos misioneros estamos haciendo
pastoral vocacional ya que los estamos ayudando a madurar su opción de
vida cristiana y en la medida en que orientamos bien la pastoral vocacional no
la separamos del proceso global de
maduración humano-cristiana de los adolescentes y jóvenes.
Esta dimensión
de proceso, de itinerario, está hoy muy presente en la pastoral vocacional. La
vocación no es un fogonazo instantáneo de luz
ni una decisión súbita de la voluntad. Implica un proceso que pasa por diversas etapas y que debe
contar con la presencia de un buen
acompañante.
Vocación y vida
Hemos sido
llamados a “vivir y comunicar la vida nueva en Cristo a nuestros pueblos” (DA
7.1). La finalidad de la llamada es
doble: llamados a participar de la vida de Jesucristo y llamados a comunicar la
vida de Jesucristo.
La vocación no
es un añadido a la vida de quienes son llamados al discipulado misionero sino
la realización de su vida en plenitud, en cada una de las etapas de su
recorrido. La vocación es lo que cada uno está llamado a ser y vivir.
Y esta
realización no es egocéntrica sino comunicativa. “La vida se acrecienta dándola
y se debilita en el aislamiento y la comodidad… Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se
alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es
en definitiva la misión” (DA. 360).
La pastoral
vocacional empieza por el testimonio, es decir, viviendo la vida de Cristo, en
su dimensión teologal y en su dimensión moral. El testimonio de vida es
atrayente; sin palabras invita a otros a una forma de vida semejante.
La pastoral
vocacional continúa con la oferta de la vida
en Cristo como la respuesta plena y desbordante a la búsqueda de sentido de la propia vida, no
como una propuesta que trunca las aspiraciones buenas de la persona. La vida en
Jesucristo asume, purifica y realiza todas las dimensiones personales. Cuando
Él llama no es para quitar nada sino para dar todo.
La pastoral
vocacional, como vocación a vivir y comunicar la vida en Cristo, será siempre
una pastoral de alegría y de esperanza, porque “haber encontrado a Jesucristo
es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra
palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29).
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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