Dime qué valores vives y te diré quién eres


La pastoral juvenil católica dedica el mes de junio a la juventud. La campaña de este año  tiene como tema: “el joven y la comunicación en el 3º milenio”. Las formas de comunicarnos son muchas y variadas. Quiero usar este blog para “comunicarme” con los adolescentes y jóvenes y para invitarlos a la personalización de un conjunto de valores que motiven, orienten y den sentido pleno a su vida.

Miro, con otros compañeros una fotografía de cuando estábamos en la escuela:
                            - Este soy yo.
                            - ¡Cuánto has cambiado!

Soy yo y no otro pero más hecho, más desarrollado. ¡Y qué diríamos si pudiésemos  sacar una fotografía de nuestro ser interior!

Y es que no nacemos hechos y acabados, perfectamente terminados. Sino que día a día tenemos que vérnosla con nuestra propia realización, perfeccionamiento, personalización. En ningún momento de la vida puede decir una persona que se posee a mi mismo plena y perfectamente, de modo que ni pueda perder lo logrado, ni pueda superar lo conseguido. Siempre estamos abiertos a un más que nos trasciende, llama y atrae. Siempre corremos el riesgo de que lo logrado se deteriore o pierda.

Esta condición de persona en proceso, en maduración en configuración fundamental es más visible, clara y objetiva en la infancia, adolescencia y juventud. La psicología evolutiva ha estudiado y explicado este proceso. En la infancia y la adolescencia nos vamos como equipando para la vida, poniendo los presupuestos e instrumentos para el ejercicio de la libertad adulta. En la juventud (18-25 años) se configura la propia identidad, desde un yo personal que asume el pasado, lo discierne, lo personaliza; desde un yo personal que toma sus opciones, decide sus responsabilidades.

Es decir, la juventud es la edad de la personalización consciente y responsable, o de la despersonalización en la superficialidad, en el anonimato, en la falsedad.

Personalización es la acción y el proceso, de hacer propio, personal algo; de hacerse persona en libertad, en responsabilidad, en relación. Al hablar de personalización ponemos como centro a la persona humana comprendida  como: ser único e irrepetible, en relación con los demás, trascendente y  abierto al absoluto y en proceso.

La persona es el primer valor. Todo lo que existe es valioso pero la persona es el punto de arranque y referencia de todos los valores. La persona en cuanto tal es valiosa, antes de las cosas que haga o las destrezas que tenga.

Es distinto el concepto de “valor”, del concepto de  “utilidad”. Nuestra cultura tecnocrática  y eficacista tiende a valorar a la persona por su condición de medio, de utilidad para la producción y para el consumo. Cuando no es útil, no se la valora y se la retira.

Y la persona como valor supremo se personaliza: cuando tiene unos valores que dan sentido a su vida, cuando hace lo que es valioso (bueno, justo, saludable), cuando tienen valor  (energía, autenticidad,…) para hacerse y no claudica de su responsabilidad.

Los valores interiorizados y personalizados se convierten en motivación para vivir, para amar, para trabajar, cuidarse a sí mismo y a los demás. Necesitamos la fuerza, el motor interior que impulse y sostenga el proceso. Hay muchos jóvenes  des-motivados: los valores les suenan a hueco, a  vacío, no les dicen nada.

Los valores dan sentido, orientación a cada momento y a la totalidad de la vida. Marcan la dirección del proceso. Nos dicen que la vida  no es absurda,  que el camino no es camino a ninguna parte. Hay jóvenes que viven SIN-SENTIDO  en la vida, sin dirección, sin orientación.

Finalmente, los valores configuran la libertad en un comportamiento moral. La libertad se vive como radicada, religada al bien, a lo justo y no como libertad de capricho, de interdeterminación. Hay jóvenes DES-MORALIZADOS, queriendo ser libres  y felices terminan en una libertad  vacía y esclava.

En conclusión, la juventud es la etapa  propia y decisiva, después del equipamiento  recibido en la infancia y adolescencia, para construir la propia identidad y la relación, desde unos valores que se fundamentan y se dirigen a la persona como primer valor, que llevan a la persona a hacer lo que es valioso, y le dan valor para hacerse e ir llegando así a aquella plenitud de existencia humana posible.



+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula

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