Llamados al seguimiento de Jesucristo
El documento de
“Aparecida” (V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño)
nos invita a revitalizar hoy la vida cristiana desde el seguimiento de
Jesucristo.
Para regar un
campo de manera que produzca frutos
abundantes es importante contar con instrumentos que saquen el agua y la canalicen. Pero lo
decisivo es tener agua viva y vivificante. De manera semejante, para “renovar”,
“revitalizar” la vida de discípulos
misioneros en América Latina es importante cuidar “los medios”, pero lo decisivo es la comunión
de vida con Jesucristo. No resistiría
los embates del tiempo una fe
católica reducida a un elenco de normas, a moralismo blandos o crispados, a principios doctrinales tradicionalistas
o renovados, a organización y
planificación. “A todos nos toca
recomenzar desde Cristo, reconociendo que no se comienza a ser cristiano por una
decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un
nuevo horizonte a la vida y, con ello una orientación decisiva” (12, 243)[1].
El mérito de
Aparecida es haber colocado toda la vida
cristiana o la vida de todos los cristianos en la línea del “seguimiento”.
Conceptos como vocación, seguimiento, discipulado, misión, iniciación,
formación, se refieren directa, plena y totalmente a la vida cristiana, a la vida de todos los
discípulos de Jesús, no de un grupo
cualificado.
He sido testigo
de la alegría, satisfacción y entusiasmo
de muchos laicos al leer o escuchar que ellos son “llamados”, que tienen una
“vocación”, que están llamados a seguir
a Jesucristo, que son discípulos suyos y misioneros. Tendremos que sacar todas
las consecuencias espirituales, eclesiales, pastorales y organizativas de estas
afirmaciones tan fundamentales y tan vitales.
Y es
seguimiento de “Jesús de Nazaret”, aceptado y confesado como el Cristo y el
Señor. Cuando Él llama a algunos, la palabra decisiva es: “vénganse en pos de
mi”. “Jesús invita a encontrarnos con Él y a que nos vinculemos estrechamente a
Él, porque es la fuente de la vida (Cfr. Jn. 15, 5-15)…Los discípulos pronto
descubren que ellos no fueron convocados
para algo (purificarse, aprender la ley…), sino para Alguien, elegidos para
vincularse íntimamente a su persona” (131).
Esta
vinculación es “de amigo” y de “hermano”. El discípulo participa de la vida del
Resucitado, vive “con Jesucristo” y “en Jesucristo”. Ahora ha desaparecido la
presencia física del Señor pero no la
comunión de vida por el Espíritu (132).
Para que esta
comunión con el Señor no se reduzca a experiencia subjetiva o se evapore
en sentimiento religioso nunca debe despegarse del Jesús histórico y del
seguimiento ejemplar de los primeros discípulos, tal como nos lo transmitan
los Evangelios. No hay espíritu
del seguimiento sino hay práctica del seguimiento. Sólo en Jesús, tal como nos lo transmiten los Evangelios,
conocemos realmente qué es la vida cristiana. (Cfr. 4.2 “Configurados con el
Maestro”).
Aparecida no se
ha ido por las ramas. No se ha quedado en aspectos devocionales, en prácticas
vinculadas a grupos específicos, en una
normativa moral sino que nos coloca en
quien es el centro, la raíz, el fundamento del ser cristiano, Jesucristo.
[1] Los números se refieren al Documento de Aparecida.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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