¿Has oído hablar de “Aparecida”?


Si respondes afirmativamente es que estás en honda con el acontecer de la Iglesia Católica Latinoamericana. Si tu respuesta es negativa y estás leyendo este blog, es la oportunidad para informarte y “complicarte” (co-implicarte) la vida con los discípulos misioneros de Jesús en América Latina hoy. Yo estuve allí y te lo cuento.

Del 13 al 31 de mayo del 2007 se reunió en Aparecida la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Aparecida es el nombre de una pequeña ciudad, que le viene por ser el lugar del santuario de la patrona de Brasil, Nuestra Señora  de Aparecida. Un cronista de la época nos narra así el hallazgo de la imagen:

“En el año 1717, poco más o menos, pasando por  esta villa hacia Minas, el gobernador de éstas y de S. Paulo, el conde de Assumar, Don Pedro de Almeida, los pescadores fueron notificados por parte de la Cámara para que presentasen todos los peces que pudiesen tener para el dicho gobernador. Entre muchos fueron a pescar Domingo Martins García, Juan Alves y Felipe Pedroso, en sus canoas: y comenzaron a lanzar sus redes  en el puerto de José Correia Leite, continuaron hasta el  puerto de Itaguassu, a bastante distancia, sin sacar pez alguno; y lanzando en este puerto Juan  Alves su red de rastreo, sacó el cuerpo de la Señora, sin cabeza; lanzando más abajo otra vez la red, sacó la cabeza de la misma Señora, sin saberse jamás quién la había lanzado allí.” (Noticia de la Aparición de la Imagen de la Imagen  de la Señora).

Las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano son reuniones  de obispos en las que comparten las inquietudes de sus Iglesias y acuerdan pautas comunes  para la acción pastoral. Ya se han celebrado cinco: Río de Janeiro (1955), Medellín (1968), Puebla de los Ángeles (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).

Esta última conferencia tenía como lema “discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos  en Él tengan vida”. El número de participantes llegó a 265: 160 obispos miembros; 82 invitados entre sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos; 8 observadores no católicos  y 15  peritos en ciencias humanas y teológicas.

Todos los participantes colaboramos, organizados en comisiones, en la elaboración de un documento que, tras sucesivas redacciones, fue aprobado por los obispos presentes con derecho a voto con el siguiente resultado: de 140 votos, hubo 137 positivos, 1 negativo y 2 abstenciones.

El documento se estructura en tres partes siguiendo el método ver, juzgar y actuar. La primera parte es una mirada de los discípulos misioneros de Jesucristo a la realidad de nuestros pueblos y una escucha de sus retos e interpelaciones. La segunda ilumina la vida de los discípulos misioneros hoy desde la referencia a Jesucristo que los llama a su seguimiento y los envía a prolongar su misión de anunciar el Reino de la vida. Y la tercera diseña las grandes líneas pastorales de la Iglesia en América Latina al comienzo del tercer milenio para que los pueblos de este continente tengan vida.

La Iglesia reunida en Aparecida no ha tenido miedo (14-15)*. Ha proclamado la alegría de  ser comunidad de discípulos y misioneros de Jesucristo (Cap. 3)*. Ha bendecido, alabado y dado gracias al Padre por el don  de su Hijo  Jesucristo, “rostro humano de Dios y rostro divino del hombre” (107)* y en Él por “la buena nueva de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo,  de la ciencia y de la solidaridad con la creación” (103)*. Ha renovado su esperanza (15, 128, 549)*, para afrontar el hoy de América Latina y de El Caribe como “una hora de gracia” que no puede  desaprovechar. (548)*.

“Aparecida” nos convoca a todos los discípulos  misioneros a una “revitalización” radical y, por tanto, englobante. Es como el “reto fundamental”. Los pueblos de América Latina y del Caribe viven hoy una realidad marcada por  cambios grandes, profundos, vertiginosos y complejos que afectan profundamente sus vidas (33-35)*. ¿Qué hacer? “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias… Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad  del Evangelio arraigado en nuestra historia, desde  su encuentro con Jesucristo, que suscite discípulos y  misioneros” (11)*.

* Los números son del documento.


+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula

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