Mis prioridades pastorales
Quiero compartir con los lectores del blog
cuáles son mis preocupaciones centrales, los retos y desafíos más acuciantes.
En mi primera
visita a las parroquias sinteticé mi mensaje en tres palabras: evangelización,
comunidad, justicia. El pueblo las coreaba para grabarlas en el corazón,
recordarlas y vivirlas: ¡Evangelización!, ¡Comunidad!, ¡Justicia! Estas
palabras marcaron desde los comienzos la pauta de mi trabajo pastoral. Con
ocasión del Jubileo lanzamos esta consigna: “Jesucristo, camino de comunión,
evangelización y solidaridad”. La misión popular renovada del 2006 proponía:
“Iglesia en Misión para que tengan vida en Él”.
Hemos recorrido
en la diócesis un camino de acción, reflexión y oración compartida que me ha
llevado a promulgar un Plan Pastoral Diocesano (P.P.D.). El Plan se organiza en
torno a cuatro prioridades pastorales. Llamamos “prioridad” a aquellos aspectos
de nuestra realidad social y religiosa que más nos preocupan y cuestionan, que
requieren una atención urgente y sólicita de parte de nuestra Iglesia. Estas
prioridades se concentran en torno a cuatro núcleos: el discipulado como
seguimiento de Jesucristo, la misión evangelizadora, las comunidades eclesiales
y la vida digna y plena para todos.
Discípulos de Jesucristo:
Queremos una iglesia de discípulos que se adhieren con fe y amor a Jesucristo;
que escuchan su Palabra porque sólo ella es Palabra de verdad y de vida; que se
unen a Él en íntima comunión, especialmente en la Eucaristía. Discípulos
que invocan a Dios como Padre en el Espíritu de Jesús y aman a los demás como
hermanos; discípulos que llevan hoy el modo de vida que Jesús llevaría.
Misioneros de Jesucristo:
Queremos una Iglesia misionera, es decir, una Iglesia que, enviada por el
Señor, va siempre más allá de lo ya alcanzado, de la vida interna de las
comunidades ya constituidas. Sale hacia los alejados e indiferentes. No espera
a que vengan sino que va a buscarlos. Como Jesús, el Buen Pastor, que deja las
99 ovejas en el establo y va en busca de la perdida. Aunque con frecuencia nos
ocurre que tenemos proporcionalmente, una en el establo y 99 fuera.
Comunidades Eclesiales: Queremos
una iglesia de comunión y de participación a todos los niveles, pero empezando
por la base. Una diócesis, unas parroquias de pequeñas comunidades, fraternas,
sencillas, cercanas; donde se comparta la fe y la vida; donde se vea la
realidad, se ilumine desde la
Palabra , se ore con la Palabra y se lleve al compromiso que cambia la
vida. Queremos mantener, cuidar y potenciar las comunidades eclesiales.
Vida digna y plena en Cristo:
Queremos una Iglesia que ame, proteja, cuide y promueva la vida humana: una
vida que es sagrada, una vida que necesita de medios básicos para desarrollarse
en dignidad, una vida que alcanza su plenitud en la filiación divina y el amor
fraterno en Cristo. Nuestra Iglesia y sus comunidades eclesiales, han de ser
como el buen samaritano: ven la realidad de dolor, injusticia y violencia; se
acercan, se solidarizan con esas personas abatidas al borde del camino y
conmovidas sirven, actúan y ayudan.
Quizá alguno
diga: “demasiado bello para ser verdad”. Pero yo digo: “por ser tan bello no
puede ser mentira. En algún lugar ha de ser verdad”. Y creo que en el corazón
de Dios, en su pensamiento y voluntad
unidos, es verdad. Sí, este es el plan de Dios. Esta es la corazonada de Dios.
Yo no puedo ponerme en el pensamiento de Dios. Pero Dios mismo ha tenido a bien
“revelarse a sí mismo y dar a conocer el misterio de su voluntad” (D.V. 2), por
medio de Jesucristo. Y esto es lo que nos ha contado.
Entonces, es
Jesús mismo quien pone en mí y en la
diócesis estos deseos. Son los deseos del Espíritu que animó a Jesús y que sigue inspirando a su
Iglesia.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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