Nacido para evangelizar
Varios acontecimientos me invitan a escribir sobre San Antonio María Claret y sobre sus hijos espirituales, los misioneros claretianos. El sábado, 30 de mayo, celebraron –mejor “celebramos”, porque yo también soy claretiano- la fiesta de nuestra titular y patrona, María en su advocación de “Corazón Inmaculado”. Y este año la celebramos con un gozo especial en el contexto de los 200 años del nacimiento de San Antonio María Claret.
Claret ha
relacionado toda su enseñanza y experiencia mariana con el amor sobrenatural de María, con su
Corazón. Escribe: “el Corazón de María es su amor”. “Su corazón es el centro de
su amor a Dios y a los hombres”. En su corazón acogió la palabra por la fe y en su seno se hizo carne (Jn. 1, 14). Al calor de su amor materno fue
creciendo Jesús en estatura, en sabiduría y en gracia” (Lc 2, 52) hasta que
llegó el momento de dejar la casa y, lleno de la fuerza del Espíritu (Lc. 4, 14) recorrer los caminos de los
pobres y pecadores anunciando el Evangelio del Reino de Dios.
En el corazón de
María, “fragua el instrumento de amor”, se va forjando también el misionero
Claret para evangelizar. Él mismo tiene
conciencia clara de esta acción maternal y formadora de María, a quién le dice
en una oración: “Bien sabéis que soy hijo y ministro vuestro, formado en la
fragua de vuestra misericordia y amor”
(autobiografía, 270).
Cuanto más se
conoce, por el estudio y por la experiencia espiritual, la figura de San
Antonio María Claret, más claro aparece que su vocación fue la de “misionero apostólico”. “Misionar,
evangelizar no era para el Santo una actividad exterior sobreañadida a su
personalidad sino que era la experiencia
más auténtica de su misma personalidad
“(P. A. Leghisa, Superior General, 1978).
Claret lleva la
misión en el corazón, en su pensar, sentir y actuar, y por eso pone su corazón
en la misión. Se entrega en cuerpo y
alma a evangelizar, sirviéndose de todos los medios posibles. Siente arder en
su espíritu la pasión por el evangelio, “La caridad de Cristo me urge”
será el lema de su escudo episcopal.
Con motivo del
bicentenario del nacimiento de Antonio María Claret, el P. General nos ha
escrito una carta, titulada “del recuerdo al compromiso”. En el centro
de esta celebración está el recuerdo, la mirada cordial al Fundador para “descubrir aquellos núcleos que le dieron densidad espiritual y
apostólica”. El recuerdo se traduce en compromiso, en nuevo impulso misionero,
en “inspiración para vivir hoy con aquella misma densidad espiritual y
dinamismo misionero con que él vivió”.
El carisma,
original y originante, dado por Dios al misionero Claret no desaparecerá de la
historia mientras haya nuevas personas que lo reciban, lo vivan y lo transmitan. La Congregación se
“refunda” siempre que un nuevo miembro se incorpora definitivamente a ella. Y precisamente
el mismo día 24 era ordenado presbítero claretiano Luis Enrique Carias.
Luis nació en
San Pedro Sula el año 1977. En el hogar de Carlos Alfonso y Gloria,
junto con sus seis hermanos, creció su
vida y su fe. Y en la comunidad católica
de la Fesitranh , atendida entonces por santos claretianos ya
difuntos como el P. Cruz Ripa y P. Teodoro Ruíz, nació y adquirió el primer desarrollo de su vocación
de misionero claretiano. En el gimnasio del Instituto “Primero de Mayo”, donde
estudio, Luis Carías Castillo ha sido ordenado presbítero para estar al servicio
del Evangelio donde sea enviado. Un nuevo misionero claretiano, Hijo del Inmaculado Corazón, continúa haciendo
vida espiritual y misión evangelizadora en la Iglesia Latinoamericana el
carisma de San Antonio María Claret.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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