Carro y obispo “todo terreno”
La diócesis
sampedrana comprende tres departamentos: Cortés, Atlántida y las Islas de la
Bahía, con una extensión de 8,594 Km2 y una población cercana a los dos millones.
Las vías de comunicación pavimentadas son la carretera
que cruza el departamento de Cortés de norte a sur, la carretera que recorre la
costa norte y la de salida hacia el
occidente del país. Los ramales que arrancan de estas carreteras troncales son
de tierra. A muchas aldeas de montaña sólo se accede en bestia o caminando. Por
eso yo viajo a pie, a caballo, en carro, en avión a las islas y en lancha para
visitar algunas comunidades de la isla de Guanaja. Me permito el lujo de usar
los diversos medios de transporte:
terrestre, aéreo y marítimo.
En cierta
ocasión, después de visitar unas comunidades de la montaña, a las que subí a
caballo, cuando hablé con mi padre por teléfono, le dije: “padre, recuerda lo
que usted me aconsejaba?: “aprende, hijo, que todo lo que se sabe sirve”. “Pues
bien, padre, hasta saber montar a caballo me sirve ahora de obispo”.
A montar a
caballo, en caballo manso, aprendí de niño, en el pueblo. Mi padre tenía un
caballo al que llamábamos “Moro”. No había pisto (dinero) para comprar otro.
Pero la pobreza solidaria es ingeniosa. Mi padre y el Sr. Rivero se prestaban
mutuamente el caballo y así hacían yunta para arar la tierra. “Hoy me toca a
mi, mañana te toca a ti”.
Más tarde pudo
comprar una yegüita, “la Rubia”. Se la compró al “Sr. Germán” que se iba para la ciudad. Me peleaba con mi
hermano para ver quién se montaba en “La
Rubia”, cuando teníamos que ir a algún lugar de trabajo o llevarlos al campo a
pastar. El “Moro” era muy torpón para correr. La “Rubia” era fina y suave en su
trote y cuatropies.
El carro (coche)
que tengo es un “todo terreno”, de doble tracción, para poder viajar por
pavimento, tierra batida o lodo, para llanear o trepar montaña arriba. Lo
manejo yo. No tengo chofer, por varias razones. Me sale más barato y voy más
confiado. Cuando alguno me pregunta: “Monseñor, usted ¿viaja sólo? Yo respondo:
“visiblemente sólo”. Porque invisiblemente voy bien acompañado. ¿No les parece?
Como es turbo,
llanea muy bien y agarra velocidad rápidamente. Pasado el desvío de La Barca a
Progreso hay una gran recta que pasa los
pueblos de Sosoa, Yojoa y Oropéndolas. Una vez me dice una familia en San Pedro: “Monseñor, ahí nos
adelantó usted en la recta de Yojoa. ¡Volaba!”. Y yo les respondí: “¿De qué se
extrañan? Soy un Ángel”. No es que corra mucho. Tampoco soy de los lentos. Yo
digo que voy a la velocidad que permite la carretera. La misma carretera le pido
a uno como debe ir. “¡Cuidado vos , estás pasando un pueblo, disminuye!”;
“¡atención!, esa curva es muy cerrada,
entrá suave”; “ahorita podés ponerte a 110, hay buen firme y visibilidad”. ¿A
usted no le habla la carretera?
Además yo
platico con los otros que van manejando.
Claro, platico para mi mismo: “Vamos, hermanito, un poco más de prisa”. “Animal
de bellota, ¡que adelantamiento!”. “Eh, vos quitate de en medio, ponete a la
derecha y dejá el carril izquierdo”.
Todo esto con mucha caridad y humor, por supuesto.
Y tomando la
imagen del carro (coche) a veces pienso que soy un obispo “todoterreno”.
Especialista en nada y sabiendo y haciendo de casi todo un poco. La semana en
que esto escribo he estado emborronando papeles para hacer los planos de una casa
cural y de los salones parroquiales. Me
he reunido con los miembros de la pastoral penitenciaria y con un grupo de
abogados a los que convoqué para
afrontar temas de la mora existente en la aplicación de la justicia. He
terminado de diseñar la semana de formación permanente del clero, a nivel
nacional, sobre “La parroquia según el documento de Aparecida”. He confirmado a
50 jóvenes en la parroquia de San Vicente de Paúl. He presidido la profesión
perpetua de Lidubí, religiosa agustina.
Me he reunido una tarde y una mañana con
representantes de la liturgia de las
parroquias: coordinadores, lectores, acólitos, coros de música, etc. Y he
estudiado con representantes de Instituciones Internacionales la posible ayuda a diversos proyectos sociales.
¡No me digan que
no hay que ser un “todo terreno”!
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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