“El ángel de la valoración”
Les presento a
un nuevo “ángel” de la familia, el ángel de la valoración. La familia es
comunión de personas distintas. Cada una es un
valor único e irrepetible; pieza única, luego, se rompió el molde. Los
hijos no son copia de los padres, aunque
se parezcan, ni los hermanos fotocopia del primero.
Por eso, la
dinámica de la relación interpersonal en
la familia implica valorar a cada uno en su
singularidad, en su diferencia. Valorar
personalmente significa decir: “tú eres valioso tal como eres, en tu originalidad. No es necesario que seas
como yo o como a mí me gustaría que fueses”.
Según las
palabras de aprecio o desprecio que usen los padres, así están educando a sus hijos. Si desde niños escuchan
palabras de estima, si ven gestos de acogida y aceptación, de gozo por ser lo
que son, desarrollan más fácilmente la estima y valoración personal.
Los niños y adolescentes,
al ser valorados maduran en el aprecio y estima de sí mismos, sentimiento que
en nada se parecen al egoísmo y al
orgullo. Este sentimiento básico de valía es muy importante ya que su presencia
o ausencia en las primeras etapas de la vida
va a influir mucho en los
comportamientos de adultos. El ángel de la valoración da las personas
seguridad interior, serenidad y equilibrio.
De esta manera,
los hijos son capacitados psicológicamente para valorar y estimar
a los otros tal como son, y no verlos como estorbos o enemigos para la propia
realización. Nuestra cultura tiene
rasgos de agresividad hasta en el
lenguaje. Y así se habla de equipos
“ad-versarios”, de jugar uno “contra” otro. ¿Han oído alguna vez a un niño decir alguna
vez “mamá voy a jugar “contra” Pedrito”?.
Si los niños escuchan
palabras de desprecio: “sós un estorbo, no valés para nada”. Si son humillados
y rebajados ante los demás: ante los
hermanos, ante las visitas, ante los compañeros, fácilmente van a desarrollar
una baja autoestima personal. Inconscientemente el niño vive este proceso: “no
valés, no valés, no valés…, no
valgo”. “Todo lo hacés mal, mal, mal, mal… Todo lo hago mal”. La baja
autoestima produce inseguridad, miedo a
asumir responsabilidades, falta de superación.
Esta educación
negativa y los sentimientos de
minusvaloración e inseguridad suelen
llevar a tomar posturas extremas hacia
los demás: o bien a supravalorar a los otros y a sus cosas, costumbres,
etc., o a tratarlos con desprecio, a humillarlos, reproduciendo el
comportamiento que uno ha experimentado
hacia si mismo.
Deseo y pido a
Dios que el ángel de la valoración esté en el corazón, en las palabras y en los
gestos de la vida familiar.
+ Ángel Garachana Pérez, CMF
Obispo de San Pedro Sula
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